El proyecto “Appropriating the grid” de Irene Roca nace de las ruinas contemporáneas de nuestros procesos constructivos actuales. La exploración de los residuos que se generan y las complejidades legales de descartar estos residuos despertó un sentido de urgencia y creatividad en la arquitecta, dando como resultado una colección que moldea y reformula los residuos de la construcción en versátiles objetos de diseño para interiores.
Irene comenzó a estudiar arquitectura en España mientras el mundo se hundía en la crisis financiera de 2008. Los efectos de la crisis en las industrias de la arquitectura y la construcción estuvieron presentes en sus estudios durante los próximos 4 años, ya que empezó a profundizar en los problemas relacionados con la manera en que construimos y sus repercusiones en la sociedad en el futuro.
Conversamos con Irene Roca para comprender mejor su proyecto y sus reflexiones sobre el estado actual de la arquitectura y la construcción.
Daniela Porto (ArchDaily): Cuéntanos cómo nace este proyecto en primer lugar.
Irene Roca: Mi proyecto empezó en 2018 bajo la premisa: ¿Cómo pueden los espacios domésticos inacabados jugar un papel decisivo como herramientas para el empoderamiento social? ¿Podemos utilizar estructuras arquitectónicas inacabadas para empezar a crear entornos más participativos y que sean reflejos de la sociedad?
Después de la crisis financiera de 2008, muchos países europeos enfrentaron un nuevo panorama de edificios vacíos y sin terminar, que en su mayoría permanecen intactos en la actualidad. Estas "ruinas contemporáneas" son un recordatorio de una época de excesos y un contraste sorprendente con otra triste realidad: la crisis residencial. En 2019, se estima que 1 millón de españoles no tenía acceso a una vivienda. No se trata solo de la falta de vivienda, sino de un sector de la sociedad que no puede permitirse económicamente el acceso a una vivienda adecuada. De quienes tuvieron acceso a nuevas construcciones desde la década de los noventa, el 40% manifestó que sus espacios domésticos no se adaptaban a sus necesidades cotidianas.
Lo que está sucediendo es que el mercado de la construcción no solo está excluyendo a un gran sector de la población gracias a la inflación económica, sino que también está construyendo un producto que no representa a la sociedad que lo habita. ¿Para quién estamos construyendo? ¿Está el mundo de la arquitectura y la construcción escuchando realmente las necesidades residenciales de sus usuarios? ¿O se ha convertido en una máquina de hacer dinero que se ha desviado de su función original basada en el derecho universal a la vivienda?
¿En qué medida la nueva construcción es ética, sostenible y justificable considerando la cantidad de stock inmobiliario sin terminar y vacío que encontramos en los países desarrollados?
Mi investigación es un viaje a través de todas esas preguntas, y espero que sea una visión positiva hacia el futuro de esos espacios inacabados. Necesitaba entender qué son esos espacios y por qué existen. Así fue como mi proyecto se convirtió en lo que es hoy; una crítica a la forma de producir y consumir arquitectura en los países desarrollados, desde el punto de vista de la sostenibilidad y la inclusión social.
DP: Mencionas que "aprovechar las zonas grises legales para obtener materiales en perfecto estado, descartados por las empresas constructoras, apuntalaron la producción de la colección". ¿Puedes contarnos un poco más sobre estos hallazgos?
IR: Muchos de nuestros materiales de construcción vienen en paquetes, todos siguen normas de seguridad estándar y su calidad se verifica de acuerdo con las normas de la Unión Europea. Pero un porcentaje de esos paquetes o materiales se rompen en su camino hacia el sitio de construcción y el comerciante ya no puede venderlos, por lo que son clasificados como un desecho.
Este tipo de residuos no puede terminar en un contenedor normal. Lo que ocurre en la mayoría de los casos es que cada empresa tiene su propio contenedor de residuos que se recoge una vez a la semana. Pero cuando investigas qué sucede con esos materiales, descubres que simplemente son apilados en algun lugar. No existe un sistema de reciclaje real.
Al desarrollar una relación con los proveedores durante mi investigación y al lograr que entendieran mi proyecto y mi propósito, pude recolectar los materiales que quisiera al final de cada semana. Legalmente no me los podían dar, porque ya estaban clasificados como residuos de construcción y necesitaba una licencia para recogerlos. Había en ellos un sentimiento general de resignación. Estuvieron de acuerdo conmigo en que era necesario corregir la situación, pero no pudieron hacer nada al respecto.
DP: ¿Cómo crees que podríamos evitar esta sobreproducción?
IR: Nuestra economía se basa en producir, comercializar y suministrar bienes. La industria de la construcción anticipa la demanda futura, como cualquier otra industria. El problema aquí es que a veces esta demanda es ficticia y se basa en la especulación, y la cadena de suministro es larga y hay sobreproducción en casi todos los pasos. Desde la constante creación y descarte de materiales de construcción hasta la forma de producir los espacios que nos rodean, los cuales se entregan completamente terminados y prediseñados sin siquiera considerar si eso es lo que necesitará realmente el usuario.
Lo que más me ha impactado durante mi investigación es que las empresas proveedoras ya cuentan con tener un porcentaje de materiales desechados cada semana, encargándolos de acuerdo a ese número. Esto significa que los materiales también se producen según una demanda ficticia.
Creo que debemos comenzar a consumir materiales de fuentes locales, tratando de mantener la producción realista a la demanda. También creo que los gobiernos deben intervenir y detener el juego de especulaciones que se ha generado en torno a las propiedades. Necesitamos dejar de tratar a esta industria como una máquina de hacer dinero y construir solo cuando sea necesario y según las necesidades de los usuarios. Además, la forma en que regulamos la calidad y seguridad de los materiales hace que sea casi imposible traer de vuelta a la cadena un producto que ha sido desechado.
Investigué mucho sobre el caso de la Torre de David y la corriente Urban-Think Tank en Venezuela, otro ejemplo de una ruina contemporánea. Se trata de una instancia de arquitectura e interiorismo que evolucionó con las necesidades de cada habitante.
DP: En tu opinión, ¿qué debería pasar para que los residuos de los materiales sean completamente reutilizables?
IR: Probablemente tendríamos que cambiar la forma en que se producen o incluso su composición. Cuando tenemos un material que ha sido tratado químicamente, como el vidrio que usamos para las ventanas, reciclarlo es casi imposible. Tenemos que empezar a analizar seriamente cómo producimos los materiales. Sabemos que la industria de la construcción representó el 36% del uso de energía final y el 39% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) relacionadas con la energía y los procesos en 2018; 11% de los cuales provienen de la fabricación de materiales y productos de construcción como el acero, el cemento y el vidrio.
También necesitamos encontrar un nuevo propósito para los materiales que no podemos tratar. Existen sistemas y empresas como Rotor que están haciendo un trabajo fantástico en la reubicación de materiales y productos.
DP: ¿Cómo elegiste los materiales de tu proyecto?
IR: Fue difícil para mi ver cómo ciertos materiales como el hormigón o la arena se desechaban con tanta facilidad, ya que son materiales extremadamente contaminantes. Desde un principio quise centrarme en materiales muy ligados a la construcción arquitectónica: hormigón, ladrillos, mallas metálicas. Materiales que también son grandes emisores de carbono.
Necesitamos entender que no podemos descartar un material tan fácilmente después de haber contaminado tanto para producirlo.
Toda la colección ha sido hecha a mano por mí misma, desde el pulido, la soldadura, la reutilización de los ladrillos y los pigmentos, hasta la fundición. Necesitaba algo que pudiera moldear fácilmente, sin perder su esencia. Quería que la gente viera los materiales originales y que viera qué más podían ser.
DP: ¿Es tu proyecto escalable de alguna manera?
IR: Sí, totalmente. Usé muebles y materiales como un medio para comunicar ideas arquitectónicas. Durante mis dos años de investigación, miré muchos ejemplos diferentes de asentamientos informales en todo el mundo. Podemos ver en ellos el potencial de la innovación y la experimentación. Si queremos poner el diseño al servicio de un futuro más sostenible y equitativo, tenemos que empezar a construir con menos. Las personas tienen que empezar a participar en el proceso de toma de decisiones de sus espacios residenciales. Para promover esto, podemos crear estructuras que puedan evolucionar con sus usuarios, reubicando materiales que ya no podemos usar en la construcción estandarizada para un propósito diferente sin comprometer la integridad estructural. Quizás muebles, quizás arquitectura a pequeña escala... cualquier cosa que podamos necesitar.
En la idea de la apropiación también hay empoderamiento, y ese es el objetivo final del proyecto: empoderar a las personas para hacer cosas e impulsar un cambio en la forma en que clasificamos y codificamos las cosas en Europa, donde lamentablemente no se nos permite hacer mucho en determinadas situaciones.